Lecciones de Vida
Jaime Paredes tras el asalto en La Pirámide: “Me sacaron la cresta, pero estoy vivo”
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Esto no es algo que está pasando solo en Santiago, sino en todo el país. Todos los días hay tiroteos, portonazos, asaltos en San Bernardo, en La Florida, en Providencia, en Maipú... Yo hago mi vida en Maipú, donde se ubica Metalpar, la empresa que dirijo.
El miércoles de la semana pasada iba camino a mi casa en Vitacura luego de visitar una empresa ubicada en el sector de la Panamericana Norte. Nunca utilizo el camino de La Pirámide, sino la Costanera Norte porque me queda más directa. Pero ese día el chofer me dijo que nos fuéramos por ahí porque era la ruta más rápida.
En mi carrera como empresario y dirigente de Asimet siempre he tenido choferes que, a la vez, son mis guardaespaldas: primero tuve uno por más de 23 años que era suboficial mayor de Carabineros, y ahora uno con el que llevo siete años. Son personas súper leales.
Eran cerca de las 6 de la tarde. A esa hora hay tacos para arriba y para abajo. Y estaban haciendo arreglos. Veníamos por Vespucio en la zona de El Salto cuando tres tipos se bajaron desde un BMW blanco robado que paró frente a nosotros y comenzaron a intentar abrir mi vehículo. Lo único que atiné fue a decirle a mi chofer que atropellara a los asaltantes o les chocara el auto para poder salir. Pero no tenía espacio por la congestión del lugar.
Resistimos, hasta que uno se metió por la ventana. Yo la veía negra, estaba seguro de que nos iban a matar.
Él es un tipo muy experimentado, mide 1.80 metros, es fuerte, igual lo golpearon y lo apuntaron con un revólver. Nunca pensé en resistir, yo creo que se dio el momento que no podía avanzar a ningún lado y que lo único que pensé fue en defenderme, pero me sacaron la cresta y media.
Cuando empezaron a hacerse famosos los portonazos y las encerronas, decidí cambiar mi Mercedes Benz -por más de 40 años preferí autos de esta marca- por uno que no fuera tan llamativo. Ahí me traje esta camioneta Maserati, que en Chile habrá 30. No es un vehículo comerciable, los gallos ahí se cayeron.
Ahí, atrapados, lo primero que hice fue bloquear las ventanas y puertas. Cuando ya habían pasado un par de minutos, tenía dos hombres encima de mi puerta, le digo al chofer ‘abre’. Pero no se podía por su lado porque estábamos muy apretados. Cuando ellos se dieron cuenta de eso empezaron a golpear las ventanas con un revolver.
Resistimos, hasta que uno se metió por la ventana. Yo la veía negra, estaba seguro de que nos iban a matar.
Cuando abrí el cierre automático se metieron los otros dos y empezaron a forcejearme para intentar sacarme el reloj, lo que les costó mucho: me rompieron los brazos, las manos. Y en la otra mano trataron de sacarme una pulsera de plata que uso hace muchos años, y me hicieron mierda. Fue imposible sacármela.
Como no podían bajar al chofer, empezaron ‘te mato, te mato, te mato, bájate’. Lo sacaron por mi puerta por encima de mi cabeza y lo tiraron al suelo.
Y ahí los dos que estaban tratando de sacarme el reloj empezaron a tirarme por los pies y el cinturón solo se apretaba. Yo lo solté. Fue ahí cuando me empujaron al suelo y caí como saco de papa al pavimento. Si no es por el chofer que se da cuenta que estoy debajo de la camioneta, me atropellan.
Arrancaron, yo quedé tirado en el suelo. Una doctora cruzó desde el otro lado de la calzada, me tomó los pulsos vitales, luego apareció un médico bastante agradable que me mandó de urgencia a la Clínica Alemana de Lo Barnechea. No tengo muy clara esa parte, estaba en shock, recién a eso de las 12 me tranquilicé. Uno queda angustiado pensando que te podían haber matado en 30 segundos.
En la clínica, mientras me revisaban las heridas de los brazos y veían si tenía algo en la cabeza, llegó un capitán de Carabineros que me informó que el auto había sido encontrado en Vivaceta. Había pasado menos de una hora, increíble.
Esa misma noche robaron otros seis en el mismo lugar.
Los delincuentes no iban a poder hacer mucho con el auto, ya que éste tiene un sistema en que si no estás con la llave a menos de un metro y medio, no anda. Lo más probable es que a los tipos se les apagó el motor, no lo pudieron echar a andar más y lo dejaron tirado con las puertas abiertas.
Los tipos que me asaltaron no estaban dateados ni mucho menos, se les dio la oportunidad de robar un auto de lujo y lo hicieron; esa misma noche robaron otros seis en el mismo lugar. Soy un gallo común y corriente, empresario, pero soy una persona normal que tiene muchos amigos y ningún enemigo.
No veo la razón de por qué me iban a estar siguiendo. Igual no quiero pensar que esto estuviera planificado porque tendría que estar muerto de susto de moverme de la casa.
He dormido muy mal, en mi mente está la imagen de tres personas apuntándome con un revólver en la cabeza. Me sacaron la cresta, pero estoy vivo. Estoy vendado y con prohibición de caminar o hacer gimnasio, pero tuve suerte, la saqué barata.
Toda esta semana me han llamado muchos amigos de Chile y el extranjero para manifestarme su apoyo ante la situación que viví. Creo que fue una estupidez haber resistido, es una decisión que no pensé nunca.
Esto no es un hecho aislado, que ocurre una vez al mes, o solo en Santiago. No hay seguridad en ningún barrio. Esto se desbocó, no sé qué va a hacer el gobierno para poder parar esta cantidad de delincuencia. No es su culpa, hay una masa de delincuentes extremadamente grande, a quienes pillan, detienen máximo 2 semanas, y si no hay muertos o algo grave, los sueltan.
Gallos que han detenido 20 veces por asalto. Yo creo que los van a pillar luego, ya que andaban sin mascarillas, había personas grabando el hecho y estos videos se hicieron virales. Todavía no puedo investigar quién grabó los videos de la clínica y los envió.